viernes, 16 de noviembre de 2012

Twist of fate: conociendote - 02

Twist of fate - Capítulo 2.

Dan y Jörg estaban en el aeropuerto, habían recibido otra carta esta vez anónima informando de la llegada de Bill, de un día para el otro, y Dan ya tenía planeado que decirles a las personas del país cuando se enterasen de la existencia de Bill, ameritaba toda una rueda de prensa, A Jörg no parecía importarle, solo miraba a la multitud retorciéndose las manos, los guardas cuchicheaban algo en sus walkie talkie de vez en cuando, asegurándose de que nadie sospechoso se acercara al senador.

—Mierda que frío —tiritó Dan— ¿Cómo puede hacer tanto frío en las madrugadas y tanto calor al medio día? —bufó molesto.

—Es el calentamiento global Dan —dijo Jörg, pero a él no parecía hacerle efecto el frío de la madrugada, el sol ni siquiera había salido, recién iba asomándose y a esa hora ya había gente correteando de un lado a otro, algunos mirándolos curiosamente, Dan no supo decir si era por los guardaespaldas o era por que los habían reconocido.

— ¿Cómo crees que sea?

— ¿Supongo que igual a Tom no? Por algo son gemelos, cuando eran unos críos, eran igualitos, no podíamos reconocerlos, llevaban unas manillitas con sus nombres.

—Entonces lo reconoceremos o en su defecto el nos reconocerá, Qué raro que tu esposa lo haya dejado ir tan fácil y tan repentinamente después de tantos años de desaparecerse ¿Enserio no te parece raro?

—Claro que sí, pero lo que más me importa ahora es ver a mi hijo, las explicaciones pueden esperar, sabía que ella no le cambiaria el nombre, “Bill”, ella siempre quiso llamar William a uno de los gemelos.

—William y Thomas, suena a medievalismo —opinó Dan.

—A Tom no le gusta que le digan Thomas.

—Quizás a Bill tampoco le guste que le digan William ya sería algo en común ¿No crees? —Jörg asintió, los primeros rayos del sol acariciaron su rostro a través del enorme ventanal que permitía a las personas apreciar el aterrizaje de los aviones.

— ¿Crees que él me odie? —preguntó Jörg de repente.

— ¿Odiarte? ¿Por qué el abría de odiarte?

—Vamos Dan… Nunca volví a verlo desde que era un bebé, Simonne se lo llevo muy pequeño, ¿No crees que el pensará que lo abandone? ¿Pensara qué él nunca me importó? Sé que me guardara rencor por no haber estado durante esos años a su lado.

—No lo creo, sabrá Dios que motivos habrá tenido tu esposa para llevárselo, ya que no me lo dijiste, pero lo hecho ya está hecho, si le explicamos a Bill que todo fue un error, que tu nunca dejaste de amarlo, se que el entenderá, no es culpa tuya ni de los gemelos —Jörg soltó otro suspiro.

—Supongo que no, pero de todas formas no puedo evitar sentirme culpable.

— ¿Por qué no vino Tom contigo? Pensé que estaría ansioso de conocer a su gemelo.

—Bueno creo que no se lo tomo a bien.

— ¿Por qué?

—Es que el está acostumbrado a ser el centro de atención como me dijiste una vez, cree que todo gira alrededor de él, y cuando le conté lo de Bill, se molesto bastante, piensa que Bill quiere usurpar su lugar, se encerró en su alcoba y no quiso hablarme.

—Sí que está bastante caprichoso —dijo Dan negando con la cabeza— espero que se lleven bien, yo siempre quise tener un gemelo, espero que Tom sepa apreciar eso, debe ser genial tener alguien igual a ti.

—Yo también espero lo mismo… ¿Por qué demora tanto? ¿No avisaron de donde vendría? Ta debería estar aquí.

—Jörg, tu también viste la nota, no dice nada mas —Dan se refería a la segunda nota que habían recibido, que solo rezaba “A las seis en el aeropuerto, Bill estará ahí”

—Estoy tan impaciente, lo siento, es que quiero verlo, lo deseo tanto… mi hijo —Jörg se sintió tan bien de decirlo, pronto tendría a su bebé con él, cuanto lo había extrañado.



Esperaron hasta las nueve de la mañana, mirando a todos los chicos que lucieran como de catorce años, o que se pareciesen a Tom en todo caso, pero no hubo suerte, Dan comenzó a pensar que todo era una broma, que alguien se había enterado de la historia de los gemelos y había utilizado esa información para hacerlos ir al aeropuerto a propósito, ¿Y si era una trampa o algún atentado contra Jörg? Más bien estaban los guardaespaldas vigilando, se giro a ver a Jörg y no le gusto para nada la cara abatida de su amigo, no se atrevió a romper el silencio, hasta que el mismo Jörg lo hizo.

— ¿Crees que haya sido mentira?

—No lo sé Jörg ¿Quién más sabia lo de los gemelos?

—Mis padres… Los padres de Simonne estaban muertos, su hermana y nadie más, a menos que Simonne se lo haya dicho a más personas.

—Quizás alguien se entero de la historia, y la utilizaron en tu contra ahora que eres senador, quizás es algún truco.

—Deberíamos irnos – dijo abatido el senador


Bill se acerco a la plataforma para recoger sus maletas, procurando no rozarse con nadie, por eso odiaba los lugares concurridos, era inevitable que chocaras inintencionadamente, y a él no le gustaba la descarga nerviosa que eso le provocaba, su corazón se aceleraba de tal manera que comenzaban a cosquillearle los músculos y a picarle, temblaba, y sentía nauseas a veces, su cuerpo estaba cubierto de ropa, incluso aun que no hacía demasiado frío llevaba guantes para no tocar piel con piel a nadie.

A duras penas logro sacar su maleta y la mochila con sus lienzos, Bill sabia que esa mochila se veía extraña en su espalda, cuadrada y con formas irregulares, sobresalía por su cabeza, algunos cuadros eran grandes.

Siguió caminando hacia el vestíbulo de llegada, arrastrando su maleta y sujetando su mochila con la otra mano, ahora tenía que buscar a su padre, aun que no tenía idea de cómo seria, Marie le había dado una foto de él y de su madre cuando esta estaba embarazada, un hombre joven , pero catorce años después Bill dudaba que Jörg tuviera la misma apariencia, miro todos los rostros esperando encontrarlo pero nadie se parecía al sujeto de la foto que miraba en su mano, la gente lo miraba a su vez raro, estaba acostumbrado, seguramente sería por los guantes que llevaba o por su maquillaje en los ojos.

— ¿Te perdiste pequeño? —una amable mano se poso en su hombro, Bill dio un salto del susto y se alejo de la mano, visiblemente molesto— perdón no quise asustarte —le dijo la oficial, era una mujer con cara bonachona, su traje de policía tenía el logotipo del aeropuerto a un costado.

—Ah… —balbuceó Bill inseguro, la mujer quiso volver a posar su mano en su hombro pero Bill dio un paso atrás evitándolo y ella lo miro extrañada, mas no pregunto nada y no volvió a tratar de tocarlo, Bill agradeció eso.

— ¿Estás bien? ¿Buscas a alguien?

—N-no, gracias —murmuró tratando de alejarse de ella, no le gustaba la cercanía con las personas, solo le gustaba la de su madre. Pero nunca más podría volver a sentirla, recordó sintiendo como se aguaban sus ojos, bajo la mirada ocultándose tras su pelo largo.

—Mmm —ella lo escaneo con la mirada, era obvio que estaba perdidísimo, pero no quería aceptar su ayuda y la oficial tuvo que imponer su autoridad— muéstrame tu identificación —ordeno de forma más dura, Bill rebusco en su bolsillo y saco la tarjetita con su nombre y datos, entregándosela y sin tocarla al pasársela.

—Bill Kaulitz, catorce años, eres menor de edad, no puedo dejarte salir del aeropuerto sin un adulto conocido, sígueme— Bill no tuvo más remedio que seguirle, esquivando gente hasta el panel de control.

Entraron al lugar donde muchas personas frente a ordenadores tecleaban a gran velocidad y anunciaban vuelos, maletas perdidas, retrasos en las llegadas y el clima a través de micrófonos que amplificaban su voz por todo el aeropuerto.

—El vuelo número quince a Arizona se cancela por el mal clima, lamentamos las molestias, los pasajeros con ese vuelo pueden cambiar sus pasajes para el vuelo de mañana, agradecemos su comprensión —la chica desactivo el micrófono e inflo inmediatamente una bolita de chicle entre sus labios.

—Verónica —le llamó la oficial, la chica se giro en su asiento con rueditas, llevaba el uniforme de las azafatas, falda muy corta y roja y unos impresionantes tacones negros de quince centímetros— necesitamos hacer un anuncio —la chica miro de arriba abajo a Bill y suspiro apenada.

—No me digas, adivino que se perdió, pobrecito, ¿Cuál es su nombre? —le pregunto, Bill miro hacia otra dirección, se sentía arisco no quería hablar con esas mujeres, la oficial le paso la credencial de Bill a la chica y esta la leyó rápidamente— Bill Kaulitz, de acuerdo, no te preocupes cariño enseguida encontraremos a tus padres —le sonrió ella antes de girarse y apretar el botón rojo que encendía el micrófono, se acercó al aparato y comenzó a recitar como si se lo supiera de memoria: — atención por favor, un niño con el nombre de Bill Kaulitz se encuentra retenido en el panel de control, rogamos a sus familiares o amigos ubicarlo, repito el nombre “Bill Kaulitz”.

La voz resonó monótona y aburrida, la misma e idéntica voz robótica femenina que colocaban en los hospitales o estadios, Bill se sentó en uno de los incómodos asientos de plástico, seguro su padre ni se había acordado de él, pero no le importaba, su madre había sido capaz de sacarlos adelante a como dé lugar, el también podría salir delante solo, en cuanto lo dejaran irse de ese maldito aeropuerto, no lo necesitaba, podía buscar un trabajo y salir adelante…

Aun que lo veía muy difícil con su fobia de por medio.

Bill notaba las miradas de preocupación que le echaba la policía de ese lugar, seguro estaba imaginándose un montón de cosas raras por su manera tan femenina de vestir, sus uñas pintadas y estilizadas, su maquillaje y cabello perfectos, muchas veces lo confundían con una mujer, y a los dos minutos de conocerlo lo tachaban de rarito, por vestirse como le gustaba hacerlo y también por su enfermedad, la gente siempre veía raro a las personas que odiaban ser tocadas, muchos lo clasificaban como un excéntrico que se creía superior a ellos y no merecía ser tocada por sus sucias manos y Bill ya se había aburrido de explicar que no se creía más que nadie que solo enfermo así que dejaba que pensaran lo que quisieran de él.

¿Cuál era el motivo de su fobia al tacto con otras personas? Ni el mismo lo sabía, un día a los ocho años cuando su tía Marie lo había abrazado en su cumpleaños número diez comenzó a chillar y llorar, incluso trato de morderla, sin motivo aparente, lo llevaron a muchos psicólogos, todos dijeron lo mismo: afefobia, y nadie sabía la causa, muchos de los psicólogos decían que esa fobia solía desarrollarse cuando la persona afectada era víctima de maltratos físicos, o psicológicos, violaciones, golpes, pero a Bill nunca nadie le había maltratado, su madre siempre lo cuidaba de todo y de todos con uñas y garras, asó que nunca supieron el por qué de su fobia misteriosa.

La puerta de vidrio se abrió de par en par, sobresaltando a todos los presentes, y por ella entraron dos hombres bastante pálidos y otros dos enfundados en sacos negros con lentes de sol, la policía se acerco a uno de los sujetos algo sorprendida.

— ¿Se-senador Kaulitz? —Pregunto incrédula— ¿Qué hace aquí?

—Vine a por mi hijo, miro en toda la habitación, pero solo había una linda joven sentada en una butaca ¿Dónde estaba Bill?, volvió a mirar a la joven y vio… que no tenía busto— ¿Bill? —preguntó acercándose, el joven se tenso notoriamente.

Kaulitz no era un apellido conocido en Estados Unidos, pero la oficial jamás se imagino que ese chico estuviera emparentado con el senador Kaulitz, nunca habían dicho anda acerca de que este tuviera otro hijo, y el senador no lo negó en ningún momento pero tampoco hablo de él.

— ¿U-usted es Jörg? —preguntó Bill bajísimo, Jörg apenas le oyó, quiso acercarse y abrazarlo pero algo le dijo que no era buena idea y siguiendo sus instintos se quedo quieto.

—Sí, soy yo —dijo igual en un tono bajo para tratar de tranquilizarlo— ¿Estás bien Bill? —el pequeño negó con la cabeza y no dijo nada mas, Jörg se acerco con cautela e intento tocar su rostro, Bill se alejo inmediatamente del contacto asustado como un gatito arisco, Jörg le miro sorprendido.

—Será mejor que nos vayamos —sugirió Dan escaneando al raro joven, y a sus reacciones, Bill asintió y se colgó la funda con sus lienzos a la espalda, cogió su maleta y comenzó a arrastrarla, uno de los guardas le ofreció a llevarla y él se la entrego casi arrojándola al piso por no tocar la mano del sujeto.

Fuera les esperaba una limosina y dos autos negros, Bill fue conducido hacia la limosina en un silencio muy denso, estaba consciente de que se había comportado extraño, tenía que aclarar ciertas cosas con su padre y darle la carta que su mamá le había escrito antes de que Dorian la matara, subió a la limosina y su padre junto con Dan se sentaron frente a él.

—Lo siento —se disculpo en un susurro— por mi reacción de hace rato.

— ¿Te duele algo Bill? —pregunto Jörg, quizás se había golpeado y por eso tenía miedo que lo toquen, Bill negó.

—No, en realidad estoy enfermo, tengo una fobia, no me gusta que las personas me toquen, mi mamá me llevo a muchos psicólogos, pero nadie sabía el porqué, todo fue tan simple como que un día me desperté sin soportar el tacto de otras personas —el pequeño se encogió de hombros como restándole importancia y miró por la ventana hacia la ciudad, nunca había estado en Estados Unidos, bueno, había nacido ahí pero toda su vida la había vivido en Francia, desde ahora ese lugar lleno de edificios raros y cielo contaminado seria su hogar, Dan y Jörg se miraron algo asustados, el hermoso chico que tenían en frente parecía tan frágil, tan vulnerable, como un muñequito de cristal, y Jörg se maldijo mil veces por haberse perdido de su crecimiento.

—Hablando de tu mama… ¿Cómo está Simonne? —preguntó Jörg con el corazón en la mano, de verdad la extrañaba mucho, ¿y si se había casado de nuevo? ¿Ella sería capaz de hacerle algo así cuando él se había mantenido fiel en sus sentimientos?

—Está muerta —Bill solo lo soltó, era más fácil decirlo de golpe pues a él le dolía menos, no quería recordar… No alejó su vista de la ventana, sus ojos de aguaron, Jörg se tenso y Dan soltó un jadeo de sorpresa, Marie le había dicho que no le dijera a nadie quien había matado a su madre, sería como suicidio y Bill obedientemente mintió a medias: — ella tenía cáncer —era cierto, su madre tenía cáncer pero eso no la había matado aún, Dorian se había aburrido de esperar el lento proceso de la enfermedad y la había acelerado el mismo.

—oH, lo siento… mucho… hijo —trató de consolarlo Jörg, viendo como una lagrima se deslizaba por la mejilla de Bill, sus propios ojos se aguaron y decidió mirar por la ventana también, para evitar que Dan viera como se limpiaba el rostro, Simonne estaba muerta, no podía creerlo.

—Ella te dejo esto – dijo Bill pasándole la carta procurando no tocarle. Jörg la cogió y la observo durante el resto del viaje sin abrirla. Mojándola con un par de lágrimas.



Sin duda fue el viaje más incomodo de sus vidas, Jörg no se esperaba eso se sentía totalmente destrozado y lo único que quería era encerrarse en su habitación y llorar como un bebe, ¿Cómo podía Bill ser tan fuerte pero tan delicado a la vez? El pequeño estaba desorientado, su madre había muerto y ahora estaba lejos de casa Jörg se sintió tan mal por su hijo, que solo aumento su dolor y culpa, se sentía tan culpable que se despreció en ese momento al ver la expresión triste de Bill, en ese momento noto sus hermosos rasgos, era tan maravilloso encontrarlos idénticos a los de Tom, la misma nariz, la misma forma de su rostro, a pesar del maquillaje tenían el mismo color de ojos, eran realmente idénticos, pero se diferenciaban en estilos, Tom estaba algo mas bronceado que Bill, y al contrario que él, su piel no parecía echa de porcelana, Bill era más delicado eso saltaba a la vista.


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